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Año 6 #64 Febrero 2020

El arte de escribir

Júlio Dantas escribió este texto, prólogo a un hermoso libro de Arturo Cancela en 1922. Algunas de las ideas de Dantas no han perdido actulidad en lo más mínimo. Una prevención: son magníficas si evitamos canonizarlas.

El arte de escribir

El siguiente texto sirvió de prólogo a Tres relatos porteños de Arturo Cancela (1922).

 

Hace días, leyendo uno de los libros más interesantes del momento literario argentino, acudiéronme al espíritu algunas reflexiones acerca de este arte en que soy obrero y que los verdaderos hombres de letras, a medida que les encanecen los cabellos, van considerando cada vez más difícil: el arte de escribir.

Yo creo, que todos nosotros, prosadores de las lenguas neolatinas, abusamos de las palabras, sacrificamos la limpidez de la emoción a los efectos de una “verbalización” excesiva y precisamos para que vivan nuestras obras significar nuestros procesos literarios. Casi toda la literatura portuguesa contemporánea (yo mismo tengo de qué arrepentirme), está ahogada en palabras inútiles. La nitidez de las ideas, la lógica de la acción, la transparencia del sentimiento, la verdad humana de los caracteres, son ordinariamente perjudicadas por los preconceptos de la forma, por la preocupación —a veces un poco enferma—, o con una demasiada pompa de lenguaje, motivos que soportan difícilmente el peso de tanta opulencia verbal. Hácese estilo de más. El lector, ofuscado por el brillo de la palabra, no advierte con claridad los conceptos y, al cabo de cierto número de páginas, destituida de la necesaria limpidez, pierde el poder de comunicabilidad.

Nos dejó este vicio el culteranismo del siglo XVIII. Muchos escritores portugueses (como alguien dijera de Latino Coelho), son estilos a procura de asuntos. Escríbese a veces tan excesivamente bien, que se llega a escribir mal. Fralhod’Almeida el virtuoso excepcional de la palabra, fue un ejemplo de ese estilo deslumbrante a través del cual se distinguen imperfectamente las ideas. Es preciso caminar en sentido de la simplificación. En este siglo ansioso de claridad y limpidez impónese la necesidad de ser rápido y claro. El escritor más completo, el artista más perfecto será aquel que, por procesos simples y sin palabras inútiles, sepa traducir con el máximum de vibratilidad y de impresionabilidad, ideas, sentimientos y sensaciones. La pureza de la lengua, la riqueza del léxico son cosas respetables. Debemos afirmarnos en el culto al lenguaje; pues no podemos ni debemos olvidar que la palabra, para el escritor, es un medio, no es un fin.

Ya pasó el tiempo en que se hacía literatura como se hacían temas, para ejercicios de estilo. El poeta, el cuentista, el novelista, el dramaturgo, tienen otra misión y otra finalidad en su arte: crear la vida, interpretar la naturaleza, traducir los movimientos del alma humana. Para hacerlo con éxito y con verdad ha de emplear una lengua evidente, mas sin la preocupación absorbente de la opulencia y de la ostentación verbal, tantas veces, en desarmonía con el asunto escogido. Decía Maupassant: “Para escribir bien, es indispensable tener alguna cosa que decir”. No me parece de más repetir esta verdad intuitiva de que tantos escritores se olvidan.

Las grandes páginas de los maestros valen y perduran más por su esencia que por su forma. Esa forma siempre es buena cuando consigue transmitir exactamente la idea, la emoción, o las sensaciones del autor. Forain, el gran dibujante francés, usaba un procedimiento que es, para nosotros, escritores, una lección: hacía su dibujo largamente con exhuberancia y confusión de trazos; después lo pasaba con papel químico tantas veces cuantas fuesen precisas para que desapareciesen todos los rasgos inútiles; al fin, después de tres, de seis, de diez copias, el dibujo adquiría la máxima expresión dentro de la máxima significación. Yo creo que nosotros, debemos hacer con las palabras lo mismo que Farain con las líneas. La literatura del futuro está, creo, en estas simples fórmulas: guerra a las palabras inútiles. Guerra al estilo por el estilo.

Todas estas consideraciones vienen a propósito, de un excelente libro que acabo de leer: “Tres Relatos Porteños”, de don Arturo Cancela, uno de los más brillantes, de los más sugestivos, de los más originales escritores argentinos de la actualidad. La gran impresión que este libro produjo en mí, proviene precisamente de haber encontrado en él muchas de las características que preveo en la literatura de mañana. Sobre todo dos de las novelas que constituyen el volumen —la primera y la última—,ajústanse perfectamente a la fórmula preconizada: obtener con una máxima simplicidad verbal una máxima expresión humana. Hace mucho tiempo que yo no leía dos piezas literarias tan flagrantes de vida y de verdad, tan sobrias, tan límpidas, tan exactas, tan aparentemente fáciles de proceso como “El cocobacilo de Herrlin” y “El culto de los Héroes”. Ahora bien; lo que hay en ellas de más notable no es propiamente la anécdota, sino la forma con que esa anécdota está tratada.

Cuando leí las novelas de Arturo Cancela tuve la impresión dominadora de la vida. Y la tuve porque, a través de la obra, no vi al autor. Arturo Cancela hace estilo. En su composición no hay detalles inútiles. No se encuentra una palabra demás ni una de menos. Todo está en su lugar propio. Para decir las cosas simples de la vida, Cancela procura la fórmula más simple, más precisa, más fácil y natural. En su proceso literario, -reducción al mínimo de los elementos inútiles,- los tipos son dados en dos trazos fuertes, enérgicos y sugestivos. Bastan tres líneas para caracterizar la figura tosca y rubia del profesor Herrlin. “Se alojó en un hotel de Retiro, vistió su buen traje de levita, ajustó en la cabeza rasurada el lustroso cilindro de ceremonia; y con el paraguas al brazo, echó a andar a pasos firmes y sonoros por la calle Florida...” En pocas líneas también, aparécenos en su perturbadora elegancia, el perfil de Juana María: “Y quedose meditando, los grandes ojos azules perdidos en el vacío, el lápiz de oro apoyado contra los labios bermejos, con aquella expresión hierática y desdeñosa, que se había compuesto, inspirándose en las láminas de ““Sketeh”...

Hay simples notas que revelan, en dos trozos una fina sagacidad psicológica y un notable poder de caricatura. El Episodio del Duelo del profesor Herrlin con el director de “El León de Castilla” o el de la visita del infante y el embajador de España a los establos asépticos del señor Alava, danos, en cuadros rápidos de cinema, la fisonomía de una sociedad. Todo es verdadero y jumano. Y sobre la efervescencia de la vida que pasa, de las figuras que desfilan, de las anécdotas que se cuentan; vaga una sonrisa de elegante benevolencia, de ironía afable que muchas veces –quizás ya alguien lo haya notado,- nos hacen pensar en Eca de Queiroz...

He ahí el libro cuya lectura hecha en mi profundo “Maple” entre una jarra de flores y una espátula de plata, me dio la impresión aproximadamente cuanto es posible, de la literatura del mañana. Gran suceso de librería, “Tres Relatos Porteños” cuenta de 1922 a julio de 1923, cinco ediciones. Es un triunfo incontestable, no sólo de un talento, más de proceso literario. Para escribir así, con tan sugestiva simplicidad, es preciso ser periodista o poseer —lo que da lo mismo—, la mentalidad del periodista. Yo no creo, como Oscar Wilde, que escribir en los diarios estropee el estilo o perjudique al hombre de letras; pienso al contrario, que la profesión de periodista, da al escritor más amplitud, una sensibilidad más fina, un mayor poder de comunicabilidad, más perfecto sentido de las proporciones, una noción exacta de lo que interesa y de lo que no interesa, de lo que es y de lo que no es oportuno...

Arturo Cancela, periodista ilustre, debe ciertamente al ejercicio de la profesión, su estilo simple, expresivo, incisivo y rápido. Sabe simplificar sus emociones sin perder interés ni caer en arideces o banalidad. Es, en mi opinión, lo que deben procurar todos los escritores. “Tres Relatos Porteños” puede considerarse un ejemplo de estas tres cualidades fundamentales: Armonía en la proporción, Verdad en el sentimiento, Simplicidad en la expresión.

  • Júlio Dantas
    Dantas, Júlio

    Júlio Dantas Lagos (Lagos 1876-Lisboa 1962) fue un escritor, periodista, diplomático y político portugués. Hijo de militar, estudió en un colegio militar de Lisboa y más tarde medicina, publicó su primer trabajo en 1893 en el periódico Novidades, fue oficial médico del ejército portugués, presidente da Academia de Ciencias, ministro de instrucción pública, de asuntos exteriores (1922-1923) y embajador en Brasil (1941-1949).

    A mayor parte de sus obras de teatro y novelas se ambientan en el pasado, pero sus mejores obras, Paço de Vieiros y O resposteiro verde fueron escritas en un estilo naturalista. A ceia dos cardeais fue enormemente popular en su tempo. Basado en una obra teatral suya, A Severa, se hizo el primero filme sonoro portugués en 1931.

    Obra:

    Poesía:

    • Nada (1896)
    • Sonetos (1916)

     

    Teatro:

    • Que Morreu de Amor (1899)
    • ViriatoTrágico (1900)
    • A Severa (1901)
    • A Ceia dos Cardeais (1902)
    • Paço de Vieiros (1903)
    • UmSerão nas Laranjeiras (1904)
    • Rosas de Todo o Ano (1907)
    • Auto de El-Rei Seleuco de Camões (1908)
    • Soror Mariana (1915)
    • Reposteiro Verde, 1912)
    • Frei António das Chagas (1947)
    • Outono em flor (1949)

     

    Prosa:

    • Outros Tempos (1909)
    • Figuras de Ontem e de Hoje (1914)
    • Pátria Portuguesa (1914)
    • Amor em Portugal no Século XVIII (1915)
    • AbelhasDoiradas(1920)
    • Arte de Amar (1922)
    • Cartas de Londres (1927)
    • Alta Roda (1932)
    • ViagensemEspanha(1936)
    • Marcha triunfal (1954)
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